Cómo la lectura de ficción puede mejorar sus habilidades sociales

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Hay pocas cosas tan satisfactorias como pasar un fin de semana en la cama leyendo una gran novela, una historia que no puedes dejar por miedo a romper el hechizo y perder la conexión vital que sientes con sus personajes que de repente viven y respiran.

¿Qué tiene un gran libro o un cuento épico que nos hace vagar y desmayarnos? Un reciente artículo de opinión en The New York Times revela algunas razones convincentes por las que leer ficción puede ser una experiencia tan amplia y ocasionalmente transformadora.

En «Your Brain on Fiction» (Tu cerebro en la ficción), la escritora Annie Murphy Paul se basa en investigaciones de neurocientíficos que revelan cómo los seres humanos experimentan íntimamente la ficción. Los estudios sobre cómo el lenguaje y la narración activan el cerebro indican que una buena historia no sólo se nos mete en la cabeza, sino que vive allí, dando vida a los colores y texturas del mundo ficticio.

Lea sobre el olor del jazmín que viene de una ventana abierta y las regiones olfativas del cerebro se activan. Una descripción de un personaje que atrapa una pelota o que da un paseo tranquilo por los muelles de Dublín estimula el área del cerebro que controla el movimiento.

Estos hallazgos revelan que nuestros cerebros no separan realmente la lectura sobre una experiencia de la vida real. Puede ser por eso que lloramos cuando un personaje muere o experimenta una derrota, o por eso estamos tan eufóricos por una conexión romántica que gana en las páginas finales.

Sin embargo, el ensayo de Annie también ofrece otro argumento a favor de la lectura. La lectura nos da la oportunidad de identificarnos verdaderamente con la difícil situación de otra persona -aunque ficticia-, dice. Este ejercicio de empatía puede llegar muy lejos en el mundo real. Annie cita estudios que sugieren que las personas que leen ficción con frecuencia son más empáticas y socialmente inteligentes, una conexión que hace que todas esas perezosas tardes de domingo leyendo en la cama parezcan eminentemente valiosas, si no necesarias, para nuestra continua evolución como individuos y como cultura.

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