Masterfile
La noción prehistórica de los recién nacidos como manchas de arcilla que dependen únicamente de lo externo -las personas y los acontecimientos- para convertirlos en algo más o menos parecido a los seres humanos con sus propias características y tendencias distintivas, buenas y malas, ha seguido esencialmente el camino de las ocho vías.
La ciencia moderna y la experiencia personal enseñan que los bebés vienen con su propio conjunto de instrucciones personales exigidas por el ADN. Sabemos que no son pizarras en blanco, pero el discernimiento de lo que realmente están pensando en un momento dado sigue siendo, en su mayor parte, tan difícil como tratar de adivinar los pensamientos del perro de la familia.
Según un artículo publicado en The Atlantic, los resultados de un estudio que apareció en las páginas de Nature en 2007, en el que se consideraba que los bebés no sólo eran capaces de distinguir entre lo correcto y lo incorrecto, sino de elegir lo correcto por encima de lo incorrecto, han sido cuestionados por un estudio de repaso realizado recientemente por la Universidad de Otago en Nueva Zelanda.
En el experimento original, los escaladores de juguetes ascendían a una montaña de juguetes y durante el proceso fueron ayudados en esa tarea por juguetes ayudantes y frustrados por juguetes obstaculizadores. Los juguetes obstructivos también podían ser desagradables y ruidosos (provocando choques), mientras que los exitosos escaladores, apoyados por los ayudantes, rebotaban de alegría al llegar a la cima de las montañas.
Seis bebés participantes mostraron una preferencia clara y constante por los juguetes de ayuda mientras rechazaban a los que obstaculizaban el proceso. La conclusión en ese momento fue que los bebés humanos preferían la buena conducta a la mala. Pero ahora, según el estudio de Nueva Zelanda, en el que el rebote y el choque se producían independientemente de si había ayuda o impedimento, los bebés ignoraban lo bueno y lo malo y, en cambio, mostraban una preferencia por los juguetes que rebotaban.
Para aquellos que se preguntan sobre tales cosas, el factor de ponderación se ha vuelto aún más pesado. Tal vez los bebés puedan distinguir lo bueno de lo malo. Tal vez les guste más la primera que la segunda. Lo único que ambos experimentos parecen confirmar es que los seres humanos, independientemente de su edad, elegirán el rebote cada vez.
¿Su bebé parecía saber la diferencia entre lo bueno y lo malo?